30 de junio de 2015

White God. Un film de irregular factura



Merecedor el pasado año del premio Un certain regard, concedido por el prestigioso Festival de Cannes, White God, el último film del cineasta y actor Kornél Mundruczó, se ha convertido en uno de los largometrajes más exitosos de la cinematografía húngara, habiéndose granjeado tanto el favor de la crítica como el del público y propiciado, por ende, su distribución en otros países.

Ambientada en la preciosa ciudad de Budapest, White God narra la historia de Hagen, un perro que, abandonado a causa del impuesto que las autoridades húngaras imponen a los propietarios de los canes sin raza, iniciará un auténtico descenso al averno que lo llevará a conocer hasta dónde es capaz de llegar un ser un humano para saciar su sed de avaricia. Maltratado pero aún con fuerzas para huir, Hagen capitaneará entonces una auténtica revolución canina que sumirá en el caos y el terror a los habitantes de la capital húngara.

Semejante argumento, alejado por completo de aquellos largometrajes con regusto moralizante protagonizados por perros, White God también se halla distante de los filmes truculentos y/o apocalípticos con animales como máximos protagonistas. Por el contrario, y a pesar de que Kornél Mundruczó combine en sus justas medidas ingredientes de varios géneros, su último trabajo resulta un film de un gran calado filosófico, sin resultar por ello, sin embargo, plúmbeo o carente de acción.




Suerte de alegato animalista, White God podría constituirse, de hecho, como una metáfora social en la línea de Rebelión en la granja, la famosa obra de George Orwell, en la que los animales, hartos del abuso consciente y continuado de una clase dominante, optan por rebelarse. Por otra parte, el film de Mundruczó, con su incisiva crítica a un maltrato animal instaurado por el propio estado, que condena a los perros sin raza a vagar por las calles huyendo de las brigadas que los conducirán a las perreras, también propicia más de una reflexión sobre la exclusión a la que se ven sometidas aquellas minorías que no se ajustan a los cánones impuestos por una amplia y opresiva mayoría.

Más allá de todas las lecturas que el visionado del film pueda suscitar, el último trabajo de Mundruczó resulta, además, sumamente interesante en el plano más cinematográfico. White God está trufada, al fin y al cabo, de logradísimas e impactantes escenas –especialmente las que inician el film y las que le ponen punto y final- que remiten poderosamente a uno de los grandes clásicos del maestro del suspense, Los pájaros.

Cártel de "Los Pájaros" de Alfred Hitchcock

Sin embargo, y a pesar de esos indudables aciertos, que ya por sí solos justifican su visionado, White God se ve lastrada por un ritmo errático –pausado durante buena parte del metraje y sumamente precipitado en su desenlace-, un guion con más de una flaqueza argumental -magnificada por la rapidez con la que se concatenan los acontecimientos en la parte final del film- y, sobre todo, por una notoria falta de presupuesto que propicia que algunas escenas resulten poco creíbles e incluso bordeen el más pavoroso ridículo –como cuando una jauría de perros de lo más dóciles, a pesar de los intentos del realizador húngaro por insertar numerosos primeros planos de canes enseñando los dientes y en posición de ataque, se abalancen sobre el entrenador gitano que ha conducido a Hagen a matar a uno de sus congéneres en una pelea de perros.

En cualquier caso, White God es, sin duda, una de las propuestas más interesantes de una cartelera plagada de los previsibles éxitos veraniegos y que, como toda rareza fílmica, estará presente en las salas españolas lo que dura un suspiro.



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