4 de marzo de 2014

La segunda mujer. Un excelente debut cinematográfico



Rodado hace dos años, el film austríaco La segunda mujer tuvo el honor de inaugurar la 62ª Edición del Festival Internacional de Cine de Berlín y, además, conseguir, en el mismo evento, una nominación en la categoría de Mejor Debut Cinematográfico. Tras su paso por la prestigiosa Berlinale, esta ópera prima del cineasta austríaco de origen turco Umut Dag ha sido merecedora de sendos premios en diferentes festivales cinematográficos –el de Hamptons y el de Filadelfia- y, tras larga espera, por fin ha conseguido hacerse un hueco en la cartelera española.

Ambientada en Viena, la trama de La segunda mujer se urde a partir de un hecho que puede resultar rocambolesco. Para enmascarar su matrimonio con un hombre que le dobla la edad, una joven turca se ve abocada a fingir una boda ficticia con el hijo de aquél. Una vez en la capital austríaca, la recién casada irá asumiendo paulatinamente las funciones de la primera esposa de su marido, una mujer enferma de cáncer que se revelará como su mayor apoyo en un ambiente familiar absolutamente hostil.

A pesar de ese punto de partida cercano al folletín –y prácticamente incomprensible en su planteamiento para un espectador occidental-, La segunda mujer resulta ser un film sumamente contenido en su desarrollo, carente de excesos melodramáticos y cercano, incluso, al género documental. De hecho, su factura recuerda poderosamente la obra de Michael Haneke, de quien, por cierto, Dag ha sido discípulo. No obstante, y a diferencia del gran cineasta austríaco, la aproximación de Dag a sus personajes no resulta tan incisiva, aunque sí está revestida de un tono más intimista.


Dag, además, sazona el desarrollo lineal de la historia narrada con comedidas elipsis y con numerosos fundidos en negro que, en más de un momento, remiten a la bajada del telón entre acto y acto de una pieza teatral. Esa reminiscencia del formato escénico se ve además reforzada por el hecho de que gran parte del film transcurre en espacios interiores –un piso en Viena-, lo que incide, más si cabe, en el estado absolutamente opresivo en el que vive sumida su principal protagonista.

La segunda mujer cuenta, por otra parte, con un ritmo pausado y sostenido y en el que se engarzan bien los elementos que podrían presentar un más difícil encaje, como el sorpresivo giro argumental presentado poco después de iniciado el metraje o los momentos más emocionalmente intensos servidos en el tramo final.

No cabe duda, no obstante, de que el film de Dag difícilmente habría alcanzado la categoría de excelente de no haber contado con un plantel de actores absolutamente fantásticos y entre los que destacan, por la importancia de sus respectivos papeles, Nihal G. Koldas y Begüm Akkaya.

Habría que señalar, además, que, desde un punto de vista sociológico, La segunda mujer es un film que se presta a no pocas y sugerentes reflexiones sobre variados temas concernientes a las más conservadoras comunidades turcas asentadas en Occidente -como el peso de las mujeres en la perpetuación de las tradiciones, el ostracismo al que quedan condenados los homosexuales o las diferencias entre las viejas y nuevas generaciones y cuyo signo más ostentoso es el uso, o no uso, del idioma del país de adopción. 

En definitiva, y si bien resulta difícil, cuando no imposible, despojarse del propio bagaje cultural occidental a la hora de aproximarse a un film como éste, su visionado difícilmente dejará impasible a ningún cinéfilo militante, especialmente porque La segunda mujer se articula en torno a temas tan universales y atemporales como el dolor, la desesperanza, la frustración, el amor, el deseo o la ilusión.


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