27 de febrero de 2012

El topo. Una adaptación soberbia




La obra literaria de John Le Carré ha sido objeto de no pocas adaptaciones, por lo que El Topo, de no mediar todo el revuelo mediático que han suscitado sus nominaciones a los Oscar, bien pudiera pasar desapercibida para los lectores no afines a las complejas tramas urdidas por el escritor británico que durante cuatro años ejerció como espía para su país.

No es la primera vez, sin embargo, que la novela que escribiera Le Carré hace ahora casi cuatro décadas es objeto de una adaptación. En 1979, la BBC rodó una miniserie que por estos lares se tradujo con su título original -  Calderero, sastre, soldado, espía – y que fue protagonizada por Alec Guiness en el papel de George Smiley, personaje emblemático de la obra de Le Carré al haber transitado por las páginas de cinco de sus libros.

El Topo se enmarca en el contexto de la Guerra Fría, un momento histórico idóneo para que se pergeñaran – en la realidad y en la ficción – las más complejas tramas de espionaje, preñadas de engaños, confusiones, traiciones e, incluso, paranoias. No obstante, lejos de caer en la más pura artificiosidad de los estereotipos generados por el cine de Hollywood para con el género del espionaje – en el que proliferan los villanos de opereta, los tiroteos y explosiones sin fin, las persecuciones carentes de sentido la mayor parte de las veces e, incluso, las inverosímiles historias de amor -, El Topo se constituye como un film sobrio que huye por completo de los golpes de efecto y que cuenta con un reparto excepcional en el que destacan John Hurt, Colin Firth, Benedict Cumberbatch y, sobre todo, un increíble Gary Oldman en una de las interpretaciones más contenidas y magistrales de su carrera.

El Topo cuenta, además, con el más que buen hacer del director sueco Tomas Alfredson – artífice de la inquietante Déjame entrar -, bajo cuya batuta se orquesta una trama absorbente, de factura fría y en la que son las palabras y las miradas de los protagonistas las que entablan los duelos que se libran a lo largo de todo el metraje.  


De hecho, esa fría mirada de Alfredson, que se traduce en la elección de una paleta de colores grisáceos y tristes, no podría resultar más idónea para recrear con verismo el ambiente opresivo e intrigante  que caracterizaba la novela original de Le Carré – especialmente en los espacios cerrados - y retratar las anodinas y solitarias vidas de unos personajes enfrentados por las dudas y las sospechas.

Sin embargo, donde la labor del cineasta sueco resulta más acertada, si cabe, es en su apuesta por un ritmo lento y constante, acompañado por una fantástica banda sonora - compuesta por el español Alberto Iglesias - y por unos magníficos flashbacks, perfectamente integrados en la trama y que hacen avanzar la narración hacia un final brillante que tiene como colofón la original inclusión del tema Le Mer interpretado por un joven Julio Iglesias.

Finalmente, destacar que si bien algunas voces han tachado de demasiado compleja la trama del film de Alfredson, El Topo es una magnífica reconstrucción de un gran puzle al que no le sobra ni le falta ni una sola pieza. Al fin y al cabo, nos hallamos ante un film que no sólo se constituye como una soberbia adaptación del material literario en el que se inspira, sino que es una oportunidad para recordar, de una forma muy alejada a como nos tiene acostumbrados el Séptimo Arte, un período histórico apasionante y muy reciente. 


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